jueves, 15 de marzo de 2007

De paseo por el Coliseo y cena en Peroni (2 de marzo)

A algunos del grupo, y no quiero señalar a Tere, la falta de billete de autobús les generaba inquietud, así que lo primero que hicimos nada más poner un pie en la calle fue buscar un kiosko y comprar un combinado metro-bus para tres días que, todo hay que decirlo, tampoco fue muy caro: 11 euros per cápita.
De inmediato nos dirigimos al centro en el autobús, como se nos ve en la foto, y comprobamos lo acertado de la decisión. A mitad camino observamos como un inspector iba pidiendo billetes; al momento eran dos, luego tres y al final nada menos que cuatro los controladores. Con amplia sonrisa exhibimos nuestros pases mientras leíamos en los carteles del autobús que la sanción por viajar sin billete ascendía a 101 euros, 606 para el conjunto del grupo si nos los hubiesen pedido ayer. Menos suerte tuvo una chica negra, con aspecto de inmigrante sin papeles, que fue cazada in fraganti. Hizo un intento de escapar pero los inspectores la rodearon y ordenaron al conductor que no abriera la puerta central. Para mayor dificultad viajaba con unas bolsas de gran tamaño que parecía mercancía para vender en la calle. Poco después bajaban los cuatro y la infractora, a la que, pensamos con pena, el incidente podría costarle quizás la expulsión del país.
Nuestra primera parada fue San Juan de Letrán, o San Giovanni Laterano, otra de las basílicas de Roma y también de dimensiones impresionantes. La primitiva fue construida en el siglo IV pero la actual data de mediados del XVII y fue dirigida por Borromini. Visitamos también el claustro (XIII) y nos llamó especialmente la atención el baptisterio, con acceso por el exterior del templo, del siglo V, que sirvió de modelo para los construidos en todo el mundo aunque nunca habíamos visto ninguno tan enorme.
En esta foto, Toño y Juanma están midiéndose a ver quien llega al extremo de la plataforma que parece ser que era la estatura de Jesucristo. Parece ser que no son tan buenos mozos, unos menos que otros, y no es por señalar.Desde aquí, después de hacer una parada en la iglesia de San Clemente, la más antigua de Roma (en cuyos dos sótanos hay restos de templos anteriores que se visitan como si fueran catacumbas, nos acercamos paseando al Coliseo, quizás el monumento más representativo de la ciudad, que ya es decir; del año 72, 50.000 espectadores, 80 puertas de acceso, etcétera. Lo visitamos con una guía que hablaba un español correctísimo y sin duda una persona que llamó especialmente la atención a Rocío, ya que, según decía, le “gustaba para su Llillo”. Como es sabido, está en gran parte en ruinas y se ha optado acertadamente por no reconstruirlo. Supimos que en su tiempo estuvo recubierto en el exterior de mármol sujeto con grandes pernos metálicos. A lo largo de los siglos ambos materiales fueron arrancados para la construcción de villas y para usos de todo tipo dada la escasez del metal en cuestión, que no recuerdo cual es.Esta es la foto que nos hizo una turista.

Seguimos el paseo por el Palatino y el Foro, conjuntos de ruinas de lo que fue el centro de la Roma romana, valga la redundancia, ambos próximos al Coliseo. Arcos del triunfo, templos, palacios, el Senado y edificios diversos conforman la zona pública de la antigua ciudad central del mundo mediterráneo. Es un espacio amplio y allí es fácil dejar volar la imaginación pensando en lo que pudo ser aquello y en las cosas que han pasado sobre y alrededor de esas piedras.

Era tarde para comer pero aún así todavía tuvimos tiempo de ver la estatua de Rómulo y Remo y el horrendo calabozo subterráneo donde al parecer estuvo recluido San Pedro. Muy cerca, junto a la piazza Venecia, por la que pasaríamos a diario, tomamos un tentempié sencillo y unas hermosas cañas de cerveza de medio litro. Por la guía supimos que en esa plaza estaba el palacio desde el que Musolini arengaba a sus fieles . También está allí el enorme y quizás mal ubicado monumento a Víctor Manuel I, el primer rey tras la unificación italiana, levantando en 1911. Un poco mastodóntico, eso sí. También pasamos junto al teatro Marcelo, con un exterior que recuerda el Coliseo, y muy cerca visitamos el interior de una iglesia construida sobre tres templos romanos que estaban pegados entre sí. Lo más curioso es que la iglesia utiliza en los laterales las columnas de los templos de las esquinas, y en el sótano puede verse la primitiva configuración de estos recintos. Nos lo explicó todo una guía en español.Esta es la isla que está en medio del Tíber o "Isola Tiberina".

Toño había gestionado antes de salir una visita al hospital de San Juan de Dios en la misma isola Tiberina, donde se encuentra un centro con más de 300 camas y mil y pico empleados. Está adscrito al séctor público y en la práctica es un centro sanitario más, sólo que lo dirigen unos cuantos hermanos de la orden.

Nos atendió el hermano Giácomo , que aparece en la foto con los chicos, un chileno muy amable que nos hizo un pequeño recorrido, incluida una iglesia de hace varios siglos con las paredes llenas de pinturas y también los restos existentes en los bajos. Seguimos dando una vuelta y llegamos hasta la Plaza de España, en la que se encuentra la embajada de España ante la Santa Sede, en la que reina don Paco Vázquez. Estuvimos un rato sentados en las clásicas escalinatas hasta que aparecieron una treintena de chavales de un colegio de Granada dando berridos a diestro y siniestro de "viva España" y otras lindezas que, más que alegrarnos, nos avergonzaron.

A la hora de cenar hicimos un descubrimiento. Localizamos una cervecería, Peroni, que es también una marca de cerveza, que el día anterior, ya después de cenar, vimos llena de gente. También lo estaba hoy pero encontramos una mesa para seis con la suerte de que Toño pudo pegar la hebra con los de al lado, todos ellos religiosos sudamericanos. Cenamos muy bien, tomamos algunas jarras de cerveza (las sirven de hasta litro y medio), tal y y como se puede comprobar, y el precio fue excepcionalmente moderado. Prometimos regresar. Desde aquí volvimos a la residencia con la tranquilidad que da tener billete y disfrutando de una temperatura estupenda, todo el día entre quince y veinte grados, la más adecuada para pasear pues no tuvimos frío ni tampoco calor. La siguiente es una foto del exterior imponente del Coliseo

No hay comentarios: