miércoles, 14 de marzo de 2007

Viajar, llegar y besar el santo (28.02 y 1.03.2007)

Tras varios intentos fallidos, las tres amigas de la infancia (Tere, Rocío y Ana) y sus tres maromos (por el momento), Toño, Carlos y Juanma, cogimos nuestros bartulillos para cinco días y nos fuimos a Santiago a coger el Ryanair camino de la ciudad eterna.

Aquí se nos ve tan felices, a media tarde del día 28 de febrero.
Como no había mucho que hacer en el aeropuerto mientras esperábamos nuestro vuelo, optamos por un reconfortante refrigerio, consistente en bocata-chorizo-zamorano-que-picaba-que.... y empanada de bonito, en lugar de las viandas dudosas que se dispensan en los aeropuertos.

El espontáneo de la corbata roja que nos mira atentamente era "guiri" y parecía muerto de envidia. Terita y Rocío están aquí dando buena cuenta de la empanada, que estaba estupenda. Una vez en el avión, después de haber asumido que algunas azafatas de esta compañía cutre-coste parecen matronas de la guardia civil y casi no dan ni las buenas tardes, algunos cayeron casi instantáneamente en brazos de Morfeo.
Luego afirmaron haberse leído el Quijote durante la travesía pero, enfin.....La llegada a Roma sobre las once y media de la noche estuvo bien, considerando que recuperamos absolutamente todo el equipaje en un tiempo razonable, incluyendo el feixiño de tetillas, orujos y otras variadas delicatessen que Toño llevaba como presentes, éso sí, muy bien empaquetadito todo. Nos estaba esperando José Luis, un hermano zamorano de San Juan de Dios, que se había acercado al aeropuerto en un "pulmino" de nueve plazas. El detalle del fraile es de agradecer pues supimos que se acostaba todos los días sobre las nueve y media y además estaba a punto de presentar una biografía recién escrita de 1.500 páginas sobre el fundador de la orden, de la que nos dio algunos detalles. Desde una terraza en lo alto del Gianicolo, donde está la embajada de España ante Italia, tuvimos una primera y nocturna visión de la ciudad. Llegamos a la Curia de los Hermanos de San Juan de Dios, en la vía de la Nocetta (nochecita, en italiano) y entramos en silencio para no perturbar la paz de los frailes. José Luis nos enseñó las tres habitaciones: estupendas, con camas dobles, sencillas pero las tres con su baño, toallas, todo muy limpio.

No queríamos perturbar el sueño de la comunidad. La intención era buena pero, pese a los avisos, Ana se empeñó en tirar de una cuerdecita que colgaba del bloque de interruptores de la luz. ¡CATÁSTROFE! En medio del silencio de la noche empezó a sonar una chicharra que debía escucharse a varios kilómetros.... Durante algunos minutos buscamos la forma de desactivarla suspirando para que apareciera alguien que nos dijera como hacerlo. A punto de tirarnos por la ventana para desaparecer Ana logró hacerla parar. Los frailes hicieron honor a su generoso concepto de la hospitalidad y a la mañana siguiente todos juraban que no habían oído nada..., una mentira piadosa muy de agradecer y limpio .....no se puede pedir más.

Esta es una vista de la cúpula del Vaticano desde la terraza de la Curia.Incidente aparte, nos acostamos un poco tarde pero a las siete y media, la hora concertada, cual clavos estábamos en el comedor. Fuimos saludando uno por uno a los quince miembros de la comunidad (dos africanos, dos sudamericanos, el prior, italiano, y algunos europeos, incluido un catalán, el padre Etallo), algo nuevo para nosotros, salvo la excepción de Toño. En la sede de la Curia utilizan como idioma oficial el italiano pero con los castellanohablantes y también con los demás logramos comunicarnos de formas varias. El desayuno fue generoso ese día y todos los demás, con lo que una hora después salíamos a la calle para nuestra primera jornada sin miedo a pasar hambre durante unas horas. Aquí estamos, en nuestro primer día en Roma, en la puerta de la Curia General, con José Luis. La primera jornada, jueves 1 de marzo, estuvo dedicada al Vaticano.Sirviéndonos de las influencias de José Luis, el fraile que nos recogió el día anterior y que nos llevó al estado católico, pudimos recorrer los jardines vaticanos, que no están abiertos al público, lo que fue todo un lujo, y actuó como un experto guía.

Se los conocía como la palma de la mano y nos explicó detalles imposibles de conocer por otra vía, tales como los lugares preferidos de los últimos pontífices, el origen de algunos rincones, etcétera.

Para completar, nos introdujo de tapadillo en el subsuelo de la basílica de San Pedro, donde están enterrados los papas. La foto siguiente es de una de las fuentes maravillosas de los jardines vaticanos. Y la segunda un espléndido paseo de olivos en el que se debe solazar el Papa. A partir de ese momento José Luis retornó a sus obligaciones y nosotros nos movimos por nuestra cuenta. Aquí estamos los seis en la inmensa plaza.Primero visitamos los museos vaticanos, un complejo gigantesco e inabarcable lleno de arte antiguo de diferentes lugares, principalmente la antigüedad clásica, Egipto y de Italia a lo largo de toda su historia. También, obviamente, numerosos objetos religiosos. En la foto se ve el techo de una de las galerías previas a la Capilla Sixtina, que visitamos al final y en la que no se podían hacer fotografías.Estaba atestada de gente y con una iluminación tenue.Al acabar tomamos un tentempié en la cafetería y antes de salir a la ciudad subimos a la cúpula de San Pedro. Para llegar hay que subircombinando ascensor y escaleras, unos 800 peldaños, pero el espectáculo lo merece. Entramos en Roma-Roma a media tarde cruzando el puente que se puede ver en la foto, con el castillo de San Angelo a la izquierda. Dimos un buen paseo:piazza Navona, donde degustamos una botella de Chianti, el Panteón, en una animadísima plaza y la impresionante- y también llena de gente- Fontana de Trevi. Allí arrojamos nuestras monedas, siempre de espaldas a la fuente y pensando en los buenos deseos....como se puede ver. Terminamos cenando aceptablemente en un restaurante del centro aunque, en los días posteriores, mejoraría el nivel.
Regresamos muy satisfechos a nuestro alojamiento preguntándonos como obtener los billetes para el autobús, sin preocuparnos demasiado por la infracción. Al día siguiente nos daríamos perfecta cuenta del riesgo que corrimos.
En esta, por hoy, última foto, se ve la Piazza Navona, cuya magnífica fuente central estaba tapada por andamios, en pleno proceso de limpieza y restauración.

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